Después de más de año y medio sin poder viajar, por razones evidentes, hoy hace un mes que viajé a Portugal. Los primeros días formaron parte de mis de vacaciones, en los que pude conocer la preciosa ciudad de Oporto, como escala a la maravillosa isla de Madeira, lugar en el que realizo una estancia como profesor invitado desde el 1 de septiembre en el Departamento de Educação Física e Desporto.

Cuando surgen estos temas de conversación con familiares y amigos, después del habitual “qué bien viven los profesores” comentario falaz al nivel del “hay que ver cuántas vacaciones tienen los profesores”, alguien suele preguntar que por qué esa “manía” de viajar tanto en este trabajo.

Hay numerosas razones para hacerlo. Algunas son más comunes: otro país, otro idioma, otras costumbres, salir de la “zona de confort”. Son buenos motivos, sin duda, pero quiero compartir algunos más y voy a tratar de ilustrarlos con ejemplos vividos esta misma semana.

Trabajar en otra universidad durante un tiempo permite conocer otro contexto diferente al habitual para confirmar que, en lo esencial, nada es tan diferente. Y esto que pudiera parecer menos relevante, ayuda bastante a la hora de plantearte un nuevo cambio en el futuro. No obstante, si tuviera que destacar una razón sería que el hecho de estar en un lugar diferente te ofrece tal cantidad de oportunidades, que no he encontrado hasta el momento mejor manera de seguir aprendiendo.  

Y en esto tiene mucho que ver el programa Erasmus+ y la gran inversión que, desde hace más de 30 años ya, se hace desde el Parlamento Europeo para facilitar que, tanto profesorado como alumnado, pueda moverse por el Espacio Europeo de Educación. Y es que estando en Madeira, he tenido la posibilidad de asistir a unas jornadas de deporte, turismo, recreación y sostenibilidad, organizadas por el Profesor Jorge Soares, el compañero con quien poso en la imagen y que me abrió la puerta para realizar esta estancia.

En estos días, sin que estuviera previsto, he podido conocer a profesores como João Canning-Clode, especialista en biología marina que ha construido el MARE un equipo de investigación enorme en poco tiempo, ofreciendo posibilidades profesionales y de desarrollo a muchas personas. También he conocido a João Apolinario, un profesor de Educación Física, amante de las actividades en el medio natural que en sus momentos de ocio defiende y promociona el aprovechamiento sostenible del privilegiado entorno de Madeira para realizar actividad física, divertirse y aprender o a Przemyslaw Ploskonka, un profesor Polaco que precisamente lidera un programa de intervención de respeto al medio ambiente, Leave No Trace, y con el que hablando descubrí que ha estado viviendo en Islandia (otro de mis lugares favoritos) y que me ha facilitado un futuro contacto allí para poder conocer la facultad de ciencias del deporte.

Pues con ellos pude compartir una aventura de canyoning (descenso de barrancos) por la Ribera das Cales hasta el pintoresco pueblo de Curral das Freiras en la que el agua y su sonido nos ha acompañado en todo el descenso. La necesidad de cooperar para mantenernos seguros en este entorno, nos permitió mostrarnos de forma mucho más natural a la que solemos adoptar en eventos más formales.

Por si no fuera suficiente, ayer mismo como clausura de las jornadas Erasmus+, pude compartir cena y conversación con Eugenia Murawska-Cialowicz y Grzegorz Zurek, dedicados respectivamente a la neurociencia y a la fisiología y la bioquímica aplicada a deporte, así como a su compañera Alina Zurek de la Universidad de Wroclaw también en Polonia, especialista en fisiología y la psicología orientada a la salud. En estos días Grzegorz me explicaba que ha vivido entre otros sitios en EE.UU o China y que había visto cómo la globalización en los últimos 15 años había logrado que Europa se asemejara cada vez más peligrosamente a estos países en desigualdad social y aumento de la criminalidad. Fue muy interesante escucharlos y dado que marchaban al día siguiente, compartimos nuestros contactos para emplazarnos a futuras conversaciones que tal vez los traigan a Valencia o nos hagan ir de visita a Polonia o ve a saber si ambas cosas.

Y como colofón hablaré también de Nick Martin, un profesor de inglés que vino a Madeira a impartir sus clases durante un año y ya lleva 31 viviendo, casado y con hijos mayores aquí. Fue el encargado de aportar, además de su amabilidad y su gran sentido del humor, el verdadero British English en una reunión en la que españoles, portugueses y polacos solo disponíamos de nuestros conocimientos de la “lingua franca” para mantener una conversación común. Fue una noche genial y seguro que accedemos a la oferta de Nick de podernos volver a encontrar en los próximos días.

Con estos ejemplos quería ilustrar, sí, los motivos para realizar estas estancias, pero a su vez quería mostrar cómo, aunque creemos conocerlas de antemano, las mejores razones en realidad se encuentran por el camino. Por esto, aunque hecho mucho de menos a mi mujer, mi familia, amigos y compañeros de trabajo, sé que los veré si todo va bien en un par de semanas, por lo que voy a tratar de aprovechar este tiempo para seguir creciendo desde la curiosidad de averiguar qué hay ahí afuera.